Siempre que surge el tema de la disolución del Estado hay dos objeciones que aparecen constantemente. La primera es que una sociedad libre solo sería posible si la gente fuera perfectamente bondadosa o racional. En otras palabras, los ciudadanos necesitan un Estado centralizado porque en el mundo hay gente que es mala.
El primer y más obvio problema que tiene esta posición es que, si hay gente mala en la sociedad, también la habrá dentro del Estado – donde serán más peligrosos. Los ciudadanos pueden protegerse contra individuos malos, pero no tienen nada que hacer contra un Estado agresivo y armado hasta los dientes con policía y ejército. De ahí que el argumento que dice “necesitamos al Estado porque hay gente mala en el mundo” es falso. Lo correcto sería decir que el Estado debería ser desmantelado precisamente porque hay gente mala en el mundo, pues si no estos se verán inevitablemente atraídos por su poder como instrumento para lograr sus malvados fines – y a diferencia de los gamberros privados, la gente mala en posición de gobierno tiene a la policía y al ejército a su disposición para imponer sus caprichos sobre una población indefensa (¡y normalmente desarmada!).
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